lunes, 23 de marzo de 2020





Vivan los viejo/as!!!


Al frente de mi casa hay un centro de adultos mayores, todos los días van; a hacer gimnasia, divertirse y conversar. La onda de los viejos y viejas madrileños me ha envuelto alegremente desde mi llegada. Se los ve en el paradero conversando siempre, intercambiando cualquier motivo con otra u otro, que quizá no conocen, pero que reconocen como un par, un colega. Se los ve también, a las 10:00 am en el bar por el vermú, y a las 13:00 hrs. de vuelta al bar por un aperitivo y tapa, una caña o copa de vino acompaña de un poco de comida. Y se les ve tipo 18:00 hrs. saliendo arreglados y pinteados a alguna plaza o banca a tomar el sol.

También, he tenido la fortuna, quizá porque la infancia acá es un bien escaso, de recibir enérgicos elogios cuando a veces me los he topado con mis hijas pequeñas, nos llenan de alabanzas y alhas! Piropeando lo hermosas y preciosas que son las criaturas. 

Mis vecinos de abajo, de arriba, del frente y del fondo, son humanidades que pasaron hace un tiempo los 75 años. 

Vivan los viejo/as!! Viva Pedro, que ya pasó los 80 y viene todos los inicios de mes a cobrar nuestro alquiler de terno y corbata, y bien perfumado. Viva Rosa, del piso o departamento de en frente, que a sus 90 años, mantiene el jardín más colorido de los balcones interiores. Este oasis (que yo no tengo) puedo mirarlo desde mi ventana, y sus colores y vida botánica, me han hecho el día estos días. También, viva Lupe y su marido, vecinos de abajo que nos han aguantado gritos y música. Y juegos de niñas que corren y saltan inquietas, y que de remate, hacen una y otra vez la posición invertida pegándole a la pared que retumba abajo. 
(Viva también nosotros, que aspiramos el humo del cigarro de este vecino dos o tres veces al día directo a nuestras narices). 
Vivan ellos de nuevo porque cada vez que se ha volado una ropa o caído un lápiz, nos abren su puerta para entregarnos todo lo que han juntado. 
Por último, viva mi vecina de arriba, que me despierta todas las mañanas cuando comienza a correr muebles y limpiar, y que con 79 años, me energiza cuando la escucho hablar por teléfono y dice: “¡Cómo estás cariño! ¡No pasa nada, guapa! Que de esta salimos”. 


Trinidad Quinteros Cruz
Marzo 2020







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