jueves, 2 de abril de 2020






El día y la noche

Lo que tenemos por estos días donde no hay mucha garantía ni referencia, es el día y la noche. Como en los orígenes, el día y la noche marcan un ritmo, avisan del paso del tiempo. Tiempo que a ratos se agranda y se empequeñece, se densifica como si fueran dos años en un mes, o a veces, ya pasó una semana y no nos dimos cuenta. 

“2005? ¿Y estamos en el 2020? 2020! ¿Y el 2010 no fue hace poco?, ¿2017? ¿Y cómo llegamos al 2020?”. ¿Lunes o martes?, ¿marzo o abril?

Marzo 2020, ya pasó. 

Entramos a abril y la única garantía, es que el día y la noche van transcurriendo. Para no entrar en el bumerang del tiempo sin tiempo, me sostengo y organizo con el día y la noche. Espero el amanecer y el atardecer, y me afirma el tiempo de media mañana cuando, a veces, entra el sol. Y, como todo tiempo regresivo, el ocaso me pone más sensible. 

He comenzado a hacer el esfuerzo por despertar temprano, para que el tiempo no se deslocalice, para agarrarlo en su inicio. Mis biorritmos están con el día y la noche como todo cuerpo humano, y como se ha organizado toda civilización. 

El tiempo marca una continuidad y discontinuidad, lo que se prende y apaga, lo que se pierde y se gana. En este aparecer y desaparecer del día y la noche, se crea algo maravilloso, que es poder representarnos las cosas, estar y no estar. Representarnos a nosotros mismo/as, más allá de que las cosas aparezcas o desaparezcan. Lo que acarrea la posibilidad de desear un futuro, y recordar un pasado, tener una memoria.

Despertar para ver el amanecer es fascinante, respirar el amanecer. Y la suerte total, es cuando escucho el cantar de los pájaros combinado con el silencio de la cuidad.


Trinidad Quinteros Cruz
abril 2020.



No hay comentarios:

Publicar un comentario