miércoles, 16 de marzo de 2016

El Cuerpo y el ritmo de lo vivo. Lo que se resuelve en lo traumático...

Cuerpo, primera envoltura, carne, primera materialidad de la que venimos, quizá hace largos años, tiempo, quién sabe cuánto. Pero un día esa mezcla de alma-cuerpo nace, quizá nace de nuevo, pero nace. Nacimiento, experiencia inaugural, energía pulsional completa que con su fuerza y la de la madre, intervendrá en un nuevo y a la vez antiguo mundo. Energías pulsionales que se juegan entre la vida y la muerte.
Estamos aquí, ha ganado lo vivo. Sin embargo, nuestros malestares, nuestro sufrimiento, siempre remite a algo de eso que es salvaje, lo que no pulsó por vivir, tan arcaico e innombrable pero no por eso olvidado, al contrario! no lo hemos podido olvidar!, está inscrito en el cuerpo.
El cuerpo es esa materialidad que registra la memoria, en sus marcas está la experiencia, los avatares entre Eros y Tánatos.

Lo traumático, es ese lugar enquistado en el cuerpo, en el carácter! en el psiquesoma que aunque pasen los años se mantiene fijado, sin tiempo, sin que avance el tiempo. Lo traumático es ese fragmento mortificante que irrumpe sin tener lugar para la memoria, queda entonces como marca en el cuerpo y en todas esas resistencias que a diario tenemos con nosotros mismos y con el otro.

Lo vivo, el cuerpo a pesar de todo lo traumático está vivo! Pertenece a un sistema más allá de nosotros mismos, más allá y acá de nuestras pequeñas neurosis y psicosis, el cuerpo está vivo, es un organismo. Un árbol en un bosque, crece a pesar nuestro y tiene Alma!. No es sólo biología, bueno hasta las plantas tienen Alma...Todo lo vivo pulsa dentro de micros y magros sistemas.
Eso es la vida, conectar con el cuerpo presente y su materialidad, sus articulaciones, sus huesos, su musculatura...mover el cuerpo es traernos a la vida a cada instante, enraizar el cuerpo para que por fin respire y se contacte con lo más allá de lo traumático, y quizá para que esas marcas devengan por fin representación o imagen! Para expandirnos no sólo en relación a nosotros mismos y nuestro ombligo, sino en relación con todo lo vivo que nos acompaña.
El movimiento es vida, escuchar nuestro cuerpo es como escuchar el fluir de un río...el ritmo del agua, aparece lo importante y desaparece lo "importantísmo y urgente", pequeñeces que ocupan toda la energía de nuestra conciencia.
Lo podemos escuchar a cada minuto, en cada instante presente.


Trinidad Quinteros Cruz,
16 de Marzo 2016

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