martes, 22 de marzo de 2016

Lo que se alcanza

Lo que se alcanza


Lograr hablar de uno mismo no es un logro dado, natural, poder situarse como un ser distinto a otro, realizar una primera diferencia entre un cuerpo y otro, es un logro somático y psíquico de vital importancia.
A mi por lo menos me produce gran júbilo escuchar a mi hija de tres años que últimamente ha empezado a amenazar con lo más terrible e hiriente que a su corta edad ha descubierto que puede hacerle a otro. Esto, cuando se ve amenazada o herida por nosotros, su mamá, su papá y sus hermanas de cuatro y diez años. Lo que creo la hiere, son momento en que se le llama la atención, cuando se le inquiere o atribuye alguna responsabilidad, o cuando la molesta su papá. El otro día su padre le decía, “si no te tomas la leche, te quedarás como un bebé”, cuestión que amenaza en lo profundo su logro hacia la madurez. Aunque ella insiste con jugar a ser bebé, y pareciera obtener gran satisfacción jugando a este papel, a veces ese destino regresivo se le vuelve claramente insoportable.

“No vas a ir a mi cumpleaños!”

Es el arma que ha encontrado para responder y defenderse ante lo que la hiere. Mi cumpleaños. Ya puede recurrir a un mi, un lugar sobre ella misma al que puede apelar para hacer frente a lo que le parece difícil, un espacio que no necesita de otro para sobrevivir.
Es un lugar que pareciera llenarse de omnipotencia, porque creo que imagina su cumpleaños como una gran celebración. De hecho, lo ha expresado así, “habrán pinturas para pintarse como princesas, muchos globos...y piñata!” fantasea...o más bien delira!. Evento que constantemente sigue sumando nuevos preparativos y aventuras en su cabeza.

Una fiesta narcisista! La primera fiesta que celebramos ya sea en la intimidad máxima, en el no querer saber nada de eso (sabiendo), o a través de la exposición más solicita. Ambas formas tienen que ver con lo mismo, con cómo le damos magna importancia a ese día, ya sea desde un acentuado no querer nada, a un ímpetu de compartirlo con todos. Estado depresivo, indiferente o maniaco, ninguno de estos se escapa de la autorreferencia cumpleañera. Nos ponemos al centro en ese día ridículo en el que jugamos o creemos ser lo más importante. Y no por nada, no es sólo por ser egóticos, es que ese día marca algo fundamental _ más bien fundante _ la posibilidad que hemos tenido de existir, de transformarnos en vida.

No importa entonces que hagamos fiesta o no, lo que importa es que ese día se imprime una huella sobre la cual depositamos una primera garantía de quienes somos, de que ese, mi cumpleaños, es único.

Últimamente Rafaela ha comenzado a utilizar esta arma en su doble filo, ya que cuando se ha visto agradecida y a gusto, se dispone ante el otro haciéndole una invitación afirmativa a este magno evento imaginado: “tú sí vas a ir a mi cumpleaños”-asegura.
Aunque su cumpleaños sea en cuatro meses más y aunque no sepa mucho aún de la cronología del tiempo, Rafaela ha conquistado un primer tiempo, el tiempo necesario para que se abra un espacio en el que ella sabe que hay un día que marca su existencia, un día que es suyo.

Lo que me encanta, es ser testimonio de este momento, de cómo ella va circunscribiendo y apropiándose de ese lugar propio, con todos los sufrimientos y satisfacciones que ello implica.

...Antes éramos como una, ahora toma lugar un ella y yo.



Trinidad Quinteros, 17 diciembre 2015.

1 comentario: