miércoles, 8 de abril de 2020



Bicho culiao

Estoy chata, quiero que pase, que nos deje tranquilaoes. El contagio, el estrés, los resguardos. Que transitan entre el miedo y el cuidado, la seriedad que amerita, y la ridiculez y exageración, que como siempre, no terminan protegiendo sino al contrario. A lo más, y en el mejor de los casos, haciendo reír. 

Ya no me separo de mi pañito, acompañado como un siamés, de su difusor con cloro y agua. Por donde piso y paso voy roseando y limpiando, con una obsesividad que desconocía en mí.

Un sostén de mascarilla, y luego una servilleta de mascarilla…que poca tapa, pero que da seguridad. Todo sirve y nada sirve, un señor va en bicicleta con la mitad de un bidón plástico en la cabeza, una señora compra agitada en el supermercado con bolsas plásticas enteras metidas en cabeza y rostro, no sé cómo respira. 

Mientras, veo por la calle a un abuelo de 80 años, con una baguete en la mano paseando bien derecho y sin nada más que su humanidad vestida. Se creerá invisible así para el virus, pienso.

Todos los placebos son posibles y sirven, para la angustia hipocondriaca, la angustia de contaminación, la angustia de muerte.

Uf, espero que pase, que se vaya. 

Bicho culiao.




Trinidad Quinteros Cruz
abril 2020.





jueves, 2 de abril de 2020






El día y la noche

Lo que tenemos por estos días donde no hay mucha garantía ni referencia, es el día y la noche. Como en los orígenes, el día y la noche marcan un ritmo, avisan del paso del tiempo. Tiempo que a ratos se agranda y se empequeñece, se densifica como si fueran dos años en un mes, o a veces, ya pasó una semana y no nos dimos cuenta. 

“2005? ¿Y estamos en el 2020? 2020! ¿Y el 2010 no fue hace poco?, ¿2017? ¿Y cómo llegamos al 2020?”. ¿Lunes o martes?, ¿marzo o abril?

Marzo 2020, ya pasó. 

Entramos a abril y la única garantía, es que el día y la noche van transcurriendo. Para no entrar en el bumerang del tiempo sin tiempo, me sostengo y organizo con el día y la noche. Espero el amanecer y el atardecer, y me afirma el tiempo de media mañana cuando, a veces, entra el sol. Y, como todo tiempo regresivo, el ocaso me pone más sensible. 

He comenzado a hacer el esfuerzo por despertar temprano, para que el tiempo no se deslocalice, para agarrarlo en su inicio. Mis biorritmos están con el día y la noche como todo cuerpo humano, y como se ha organizado toda civilización. 

El tiempo marca una continuidad y discontinuidad, lo que se prende y apaga, lo que se pierde y se gana. En este aparecer y desaparecer del día y la noche, se crea algo maravilloso, que es poder representarnos las cosas, estar y no estar. Representarnos a nosotros mismo/as, más allá de que las cosas aparezcas o desaparezcan. Lo que acarrea la posibilidad de desear un futuro, y recordar un pasado, tener una memoria.

Despertar para ver el amanecer es fascinante, respirar el amanecer. Y la suerte total, es cuando escucho el cantar de los pájaros combinado con el silencio de la cuidad.


Trinidad Quinteros Cruz
abril 2020.